domingo, 26 de julio de 2015

HAY UN POETA EN EL MUNDO.

RAUL RIVERO – PERIODICO EL MUNDO.

Juan Bosch, el legendario escritor y político de Santo Domingo, publicó una mañana de 1937 en su columna periodística del Listín Diario los versos de un jóven desconocido, vecino del extrarradio de la ciudad caribeña de San Pedro de Macorís. El columnista presentó los textos con este título inquietante y arriesgado: '¿Será este muchacho el esperado poeta social dominicano?' Y lo era. Se llamaba 'Pedro Mir' (1913-200) y estaba destinado darle, con sus poemas, identidad, definición y belleza a la tierra donde nació.

Le faltaba, desde el día de la publicación de aquellos versos, jornadas complicadas de tormentas económicas, persecuciones políticas, exilios, fracasos, traiciones y miserias humanas. Pedro Mir tenía talento y coraje pero carecía del deseo de ser ese poeta social esperado. Quería ser un poeta simplemente. A ese empeño dedicó toda su vida.

Se hizo abogado en la Universidad Autónoma de Santo Domingo, en 1941, y puso un bufete. Al dictador Leónidas Trujillo no le gustó la idea y el poeta tuvo que salir a toda velocidad al exilio. Terminó en Cuba, envuelto en todas las conspiraciones para liberar a Santo Domingo, mientras escribía el libro que la crítica considera su obra maestra: 'Hay un país en el mundo'. Se publicó en México en 1955 y en Santo Domingo en 1962.

Todavía en 1979, al poeta, que llegó a editar una veintena de libros, le gustaba que sus amigos leyeran en voz alta los versos de aquella colección que era una especie de retrato interior de su país y de la gente que lo habita. Lo recuerdo en el apartamento que compartía con su esposa Carmen y sus tres hijos sorprendido y feliz porque, en la calle, muchos dominicanos, se sabían sus versos de memoria, los recitaban sus alumnos de la universidad, sus viejos amigos y hasta los que lo admiraban en la distancia para no quemarse con sus posiciones políticas, siempre un poco más a la izquierda de la frontera de la corrección política.

En esas tertulias y en el hecho de que sus poemas se recordaran como se recuerdan los boleros y las bachatas, debía de estar toda la recompensa que necesitaba Mir para volver a escribir y para creer que con eso era suficiente para un poeta antillano.

Esta semana se reeditó en su país la única novela que escribió cuando amaban las tierras comuneras, publicada en 1978. Se ha dicho que es para recordarlo en el 15º aniversario de su muerte y tiene que ser verdad. Aunque desde allá me ha escrito Alfonso Quiñones para decirme que es porque lo necesitan.

Aquí están los primeros versos del poema más importante de Pedro Mir:

"Hay un país en el mundo/colocado/en el mismo trayecto del sol Oriundo de la noche. Colocado/ en un inverosímil archipiélago de azúcar y de alcohol./ Sencillamente/ liviano/ como un ala de murciélago/ apoyado en la brisa./ Sencillamente/ claro,/ como el rastro del beso en la solteronas antiguas o el día en los tejados".

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