viernes, 24 de julio de 2015

CAMPO LAS PALMAS FORMÓ Y EDUCÓ A PEDRO MARTÍNEZ. PEDRO EL GRANDE.

PEDRO G. BRICEÑO - LISTIN DIARIO

SANTO DOMINGO, RD.- Los primeros contactos que tuvo Pedro Martínez con los Dodgers fueron en 1984 y eran los de un niño que viajaba cada semana desde Hato Mayor hasta San Pedro de Macorís, para entonces hogar del equipo, con una maleta repleta de ropa y otros utensilios para entregarla a su hermano Ramón, quien para entonces había firmado por un bono de 3,000 dólares con la afamada franquicia.

Pequeño y flaquito, con apenas 13 años, Pedro tenía la encomienda de su madre Leopoldina de visitar a su hermano mayor y llevarle ropa limpia, alimentos, entre otras cosas y retornar a casa cargado de utensilios para ser lavados y planchados.

Empero, entre viaje y viaje, el inquieto muchacho tomaba un guante y trataba de “aparar pelotas” con los jugadores ya firmados, acción que veía culminar cuando alguien del grupo de supervisores lo observaba y le gritaba.

“Hey muchachito apártate de ahí que te pueden pegar un pelotazo”.

Esa expresión, la recuerda perfectamente Rafael Ávila, el eterno jefe de operaciones de los Dodgers, quien para entonces a cada momento tenía que estar acechando al joven, pues era persistente con involucrarse entre los ya firmados para integrarse a las prácticas.

Para esa época ni se soñaba que Pedro se convertiría en un Dodger en el futuro.

Aunque la franquicia contaba con excelentes escuchas al principio no habían señales en el horizonte de una firma para el profesionalismo, solo el ser el hermano pequeño de Ramón era lo único que lo conectaba con la organización.

Con el pasar de algunos años, ya Elvio Jiménez, uno de los más consagrados escuchas de la franquicia, lo había observado en Manoguayabo y a pesar de su pequeño tamaño y poca estatura lo invitan al Campo Las Palmas para ser observado en su primera oportunidad para convertirse en un profesional.

En este escenario, único para la época en el país y que abrió las puertas para la construcción del grupo de academias que los jóvenes peloteros dominicanos disfrutan hoy día, Pedro encontró el personal más idóneo que le brindó albergue, lo educaron y lo asumieron como un gran hijo, tal como había ocurrido con otros portentosos jugadores de la organización como Alejandro Peñá, Pedro Julio Astacio, Henry Rodríguez, Raúl Mondesí, José Offerman, Juan Guzmán y por supuesto su hermano Ramón.

Aunque llegó “chiquito” y con un físico cuestionable, en una época donde las franquicias buscaban lanzadores de gran estatura, Pedro arribó con el corazón de un guerrero y pudo quedarse en el primer tryout que hizo ante el cuerpo de supervisores de los Esquivadores. El y otro lanzador fueron los únicos en pasar el primer examen de una docena de monticulistas que buscaban impresionar en su prueba inicial en el hogar de los Dodgers, para entonces una gran universidad de la enseñanza para cualquier prospecto que anhelaba desarrollarse en el béisbol.

“No fue que demostró mucho la primera vez que estuvo con nosotros, lo que nos gustó fue su determinación por hacer las cosas bien.

Tu sabes que estos novatos actúan observando los rostros de los supervisores para ver las impresiones de estos, Pedro no hacia nada de esto, no miraba a nadie, solo se concentraba en su trabajo”, expresó Eleodoro Arias, un verdadero héroe detrás de la carrera de Martínez y quien por muchos años fue coach de pitcheo de los Dodgers en Dominicana.

A Rafael Ávila, una historia viviente del béisbol, le gustaron algunas cosas que observaba en Pedro no necesariamente en el diamante.

Sus largos años de experiencia le decían que el hoy inmortal tenía el instinto para convertirse en un gran lanzador.

La disponibilidad y el corazón que ponía para hacer las cosas eran dos factores que llamaban la atención del famoso “gurú” del juego, además de que era una persona que se hacía sentir en el equipo y por este hecho en ocasiones tuvo que llamarle la atención.

“Recuerdo que cuando le enseñamos el pitcheo en cambio, varios días después nos vimos en las prácticas y me dijo, “mira viejito párate ahí y ven a ver como lo estoy tirando”, a lo que Ávila se sorprendió al observar a Pedro lanzar este pitcheo de dos formas diferentes a como les habían indicado.

Agrega que Pedro quizás no era el más espigado y fornido de los lanzadores, pero tenía tres factores fundamentales para triunfar en este deporte, brazo, corazón y lo que llamó la sexta herramienta que debe tener todo jugador, “cabeza bien puesta”, expresa el ex jefe de operaciones de unos Dodgers que para la época recibieron gran parte del mejor talento de dominicanos.

Primera supervisión
De su lado, Eleodoro Arias expresó que “sabía que teníamos que trabajar mucho con él, cuando llegó su recta apenas alcanzaba las 82 millas y su poco físico hacía pensar que no avanzaría mucho, no tenía curva definida, ni tiraba el cambio, pero desde temprano nos dimos cuenta que era inteligente y dueño de un gran corazón”. agrera Eleodoro, quien junto a Silvano Quezada, Pablo Peguero, Elvio Jiménez y Ávila lo supervisaron la primera vez.

Que le gustaba a Eleodoro de Pedro, su soltura, determinación, manos adecuadas y dedos muy largos para ser una persona pequeña. El gran sabueso del pitcheo se puso a trabajar con él y los resultados no se hicieron esperar.

Arias narra que mientras los otros lanzadores batallaban por ser controlados, Martínez dibujaba en las esquinas y sus pitcheos caían de strike. Esto lo llevó rápido a las Grandes Ligas y gran parte de los mejores bateadores de la época se quedaban boquiabiertos cuando veían pasar un tercer strike del dominicano.

“Siempre fue un pitcher de gran dedicación y esto lo llevó al éxito”, agrega Pablo Peguero, quien para entonces era Director de Scout y desarrollo del Campo Las Palmas.

Peguero recuerda que luego de una gran apertura, en su momento en que debía estar descansando, Pedro se sentaba en las gradas y se ponía a narrar el siguiente partido, incluso decía el lanzamiento que debía tirar el pitcher al bateador en un momento determinado. “En ocasiones teníamos que mandarlo a callar la boca”, expresa uno de los hombres grandes en la historia de los Dodgers.

Ávila sostiene que hubo que lidiar mucho con él, quería ser la atracción de todos aún cuando no estaba lanzando.

“Esas cosas que hizo en el propio camerino de Boston en el Fenway Park que se amarraba a un poste y andaba tirándole agua a los compañeros con una pequeña pistola ya lo hacia con nosotros antes”, recuerda Ávila.

Elvio Jiménez fue en 1988 el primer manager que tuvo Martínez en la Dominican Summer League, pero antes ya lo había observado siendo un niño en Manoguayabo en los días en que los Dodgers coqueteaban con su hermano Ramón.

“Ramón a ese hermanito tuyo lo vendré a buscar un día de estos y me lo llevaré para el Campo las Palmas”, le había dicho el sabueso Elvio al hermano mayor de Pedro, a lo que Ramón le contestó que él aún juega en el campocorto en una liguita.

Elvio recuerda que en los torneos de la Liga de Verano en 1988 y 89, Pedro fue una de las figuras destacadas en las coronas obtenidas por los Dodgers en esos años frente a los Tigres de Detroit y Atléticos de Oakland.

“Siempre salía al montículo y nos brindaba seis buenas entradas, era un tipo consistente, un gran lanzador desde sus primeros días”, narra Jiménez.

Incluso se dio a conocer grandemente en los Dodgers para 1988 cuando el equipo disputaba una final con los Tigres de Detroit y la misma se encontraba igualada a un partido, Elvio había utilizado a todos los sus pitchers en el segundo encuentro para igualar, menos a Pedro, quien pidió la pelota y lanzó 8.1 de sólidas entradas, en ese momento comenzó la grandeza del hoy inmortal de Cooperstown.

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