miércoles, 28 de noviembre de 2012

MENSAJE DEL PADRE ANGEL DIAZ.

Ap 15,1-4: Cantaban el cántico de Moisés y el cántico del Cordero.
Sal 97: Grandes y maravillosas son tus obras, Señor, Dios omnipotente.
Lc 21,12-19: Todos les odiarán a causa de mi nombre, pero no se perderá ni un cabello de su cabeza.

La crítica que Jesús dirige contra el Templo de Jerusalén, contra las familias que controlan el sacerdocio de ese templo y contra la peligrosa connivencia entre las autoridades locales y los invasores romanos, se vuelve peligrosa, no sólo para él sino para el grupo que le sigue. En pocos meses se desataría una persecución que habría de prolongarse durante varios siglos más.

Ante esta perspectiva, el evangelista recuerda que ese riesgo es un elemento constitutivo del evangelio.

No se puede pretender cambiar el mundo, sin que al mismo tiempo ese mundo se vuelva en contra.

El mérito del cristianismo, en sus primeros siglos de existencia, fue el de servir de levadura que transformó la situación de millones de personas marginadas; el gran riesgo que corrió fue el de asimilarse a la cultura dominante y terminar siendo parte de lo que quería cambiar.

Una buena alternativa para el cristianismo es dejar que Jesús nos dé nuevamente la prudencia y la elocuencia de su Palabra. Volver una y otra vez a la fuente, es decir, al amor primero para permear la cultura que queremos cambiar.

Concédenos, Señor, la gracia de perseverar en tu amor para poder enfrentar las vicisitudes que se nos presentan día a día en nuestra fe hasta la vida eterna.

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